Destino ineludible

Este cuento de Fernanda Ocaña nos sitúa en una situación hipotética que nos lleva a reflexionar sobre nuestros propia vida.

Nos dicen que somos responsables de nuestro destino, pero la realidad es muy diferente. El desenlace de nuestra vida ya está escrito y de lo único sobre lo que tenemos control, es de las decisiones que tomamos hasta llegar a ese momento.

Regresemos a la mañana del día de hoy.

Al despertar volteas a ver el reloj en la mesita junto a tu cama: son las ocho y media de la mañana. Es más tarde de lo que sueles levantarte, ¿por qué sigue todo tan oscuro?

El silencio es otra cosa que llama tu atención. Normalmente puedes escuchar a tus vecinos, de la torre de departamentos donde vives, caminando por los pasillos; hablando entre ellos; a sus hijos corriendo y jugando.

Sientes tu cuerpo pesado y una sensación muy extraña que no logras sacudir, como un mal presentimiento. Te levantas de la cama con dificultad para abrir la cortina que cubre tu ventana, el cielo sigue oscuro, como si fuera la mitad de la noche. Con un poco de desconcierto, diriges tu mirada hacia abajo esperando ver a la gente caminando por la calle y al tráfico habitual por vivir en una ciudad tan poblada.

La calle está desierta.

Por un momento dudas de ti, talvez no habías despertado del todo cuando viste la hora, ¿te habrás confundido?

Te das la vuelta para volver a revisarla.

Estás en lo correcto, es de día.

Caminas a través del cuarto para abrir la cortina de la otra ventana, la que da hacia las otras torres de departamentos en vez de a la calle, y lo que miras te deja sin palabras.

Después de unos segundos de tratar de comprender lo que está frente a tus ojos; sales de tu cuarto caminando hacia la puerta de entrada. Sientes como tu corazón se acelera mientras la abres lentamente, dudas en salir al pasillo pero lo haces.

La luna está tan grande y se ve tan cerca que podrías apostar que al levantar la mano alcanzarías a tocarla. Se siente como un sueño, ¿podría ser?, no parece real.

Te pellizcas el brazo, no es un sueño.

Miras a ambos lados del pasillo dándote cuenta que la gente comienza a salir de sus departamentos, todos con una expresión en su cara similar a la que muy seguramente tienes. Caminas hacia el barandal colocando tus manos sobre él y vuelves a voltear hacia la luna, es muy hermosa.

Justo en ese momento comienzan a escucharse sirenas en toda la ciudad, parecidas a las de alerta sísmica y ruido dentro de las casas. Te alejas del barandal, volviéndote a parar en la puerta desde donde alcanzas a ver que en la televisión se ha puesto un canal de emergencia. Tu corazón late tan fuerte que apenas puedes concentrarte en lo que están diciendo, solo se te graban algunas frases.

Luna fuera de órbita, desastres naturales, posible impacto…

No recuerdas mucho de tus clases de física en la escuela, pero la luna tiene algo que ver con el nivel del mar y la inclinación de la Tierra, así que haberse salido de órbita no puede ser bueno.

Afortunadamente no vives cerca del mar, no tendrás que preocuparte por eso.

Volteas sobre tu hombro hacia la Luna, no sabes decir si se está acercando cada vez más, o si la Tierra sigue girando. Una explosión muy fuerte provoca que el suelo tiemble, te agarras fuertemente del marco de la puerta para no perder el equilibrio. En la televisión cambia la imagen a un mapa donde están marcados los lugares que están comenzando a verse afectados no solo por las explosiones que ahora sabes que son de lava y que están provocando incendios, sino por tsunamis, temblores y quien sabe que más.

En ese momento comprendes lo grave de la situación.

Las explosiones continúan; la señal de la televisión comienza a perderse; se va la luz. Piensas en como ojalá nadie se haya quedado atrapado en los elevadores.

No muy lejos puedes comenzar a ver un color rojizo, ¿y si hubiera una explosión justo donde estás, o los temblores provocan que el edificio caiga? ¿Y si el edificio comienza a incendiarse y no puedes salir?

La gente comienza a alterarse, corren hacia las escaleras, otros entran a sus casas para rescatar lo que puedan de sus pertenencias.

Definitivamente no puedes quedarte en tu departamento, así que tus opciones son realmente muy sencillas: subir o bajar.

En las películas siempre dicen que la opción más segura es subir al techo para que un equipo de rescate pueda verte, pero si el edificio cae, dudas que alguien sea capaz de sobrevivir a una caída de esa altura.

Decides bajar al primer piso y salir a la calle, aunque subir sería más rápido tomando en cuenta que vives en los pisos superiores. Tu primer instinto es correr hacia las escaleras, bajas algunos escalones y te detienes, ¿deberías regresar por algunas cosas? Se te vienen a la mente todos esos objetos que tienen un valor sentimental y que te traen bonitos recuerdos. Talvez deberías juntar en una mochila algunos cambios de ropa, comida enlatada que tienes en tu despensa, agua, algo para curarte si te lastimas.

Pero no, no hay tiempo, aunque no sabes a lo que te podrías enfrentar, si es necesario podrás empezar de nuevo en otra parte y esos recuerdos siempre vivirán en tu memoria. Por ahora, tu vida es más importante y no hay tiempo que perder.

Cada segundo cuenta, y si no logras salir, nada de las cosas por las que regresaste importarán; si lo logras, ya verás que hacer, ese es un problema para después.

Continúas bajando las escaleras apresuradamente teniendo en mente que en cualquier momento el techo podría caer sobre ti. Ese pensamiento hace que bajes más rápido.

La única luz ahora es la de la luna, mientras más avanzas, más oscuro está.

Ocasionalmente chocas con personas que van subiendo las escaleras, otras solo te pasan por un lado. A algunos los conoces, a otros no, ¿cuántos de ellos sobrevivirán?

No habías pensado en tu familia, en tus amigos, ¿estarán bien?, ¿volverás a verlos? Cuántas cosas no les dijiste, cuántas oportunidades dejaste pasar pensando que siempre habría otro momento.

Sigues bajando, las explosiones continúan y el suelo tiembla bajo tus pies ocasionando que pierdas el equilibrio. Tienes que sostenerte del barandal para evitar caer, otras veces tu caída es inevitable, pero así como caes te levantas. ¿Por qué elegiste vivir en uno de los pisos más altos? Claro, en su momento la bonita vista te convenció. Además, el edificio era seguro, había elevadores, no perderías tiempo en bajar.

En el momento más crucial, nada de eso importó. Te das cuenta como sueles darle importancia a cosas que no son realmente importantes, dejando de lado cosas que sí lo son.

Logras llegar al último piso, está completamente oscuro a excepción de la poca luz de la luna que logra entrar por la puerta y las ventanas que ahora están rodeadas por vidrio roto. Puedes ver a algunas personas corriendo por la calle, un color rojizo y ceniza todavía encendida. No tienes idea de cuánto avanzó el fuego mientras bajabas, no pensaste en lo que harías después de salir del edificio, no tienes un plan, no sabes a lo que te vas a enfrentar afuera.

A la distancia crees escuchar el ruido de un helicóptero, talvez al salir puedas pedir ayuda.

Sigues adentro, aparte de ti hay muy pocas personas, la mayoría están heridas o asustadas, algunas son madres con sus hijos en brazos mientras lloran.

Estás tan cerca de poder salir, no sabes que hacer, ¿deberías quedarte a ayudarlos?

Oscuridad.

Es lo último que recuerdas, lo último que viste. Es irónico pensar como la luna, la que te acompaña por las noches mientras duermes y marca el final de cada día dando esperanza de comenzar uno nuevo, fue la causa de tanto caos, miedo y desesperación. La causa de tanto dolor cuando debe dar tranquilidad.

¿Lograste salir? No lo sabes, pero si la vida te da otra oportunidad, vivirás cada día como si fuera el último, no volverás a dejar nada para después.

Aprovecha cada momento al máximo, de la noche a la mañana, tu vida podría cambiar.

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