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Aunque la primavera está por llegar, sobre la amplia agonía de tu último gesto.
Bajo un sol pálido, una tarde dorada.
Nubes vestidas de tul jazmín.
Inoportuno tu adiós.
Cuando las sábanas sacudían más esas noches de trova.
De besos dulces, de tabaco joven.
Ahora las sombras gentiles, besan el cuerpo.
Usamos la fina ausencia que invade las calles, las cortinas y el afecto.
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La eternidad como algo continuo; el tiempo marchito. Las rosas palidecen, las espinas maduran.
Pero lo duradero es no-lingüístico, lo que se marchita es la imagen.
Ni siquiera la ilusión, esa muda fácilmente.
La íntima (2021)
La soledad se oculta con un corazón.
Se construye majestuoso paraíso, donde los besos son la sombra perpetua.
Una sombra de ternura.
Existen cielos subordinados, en esos viernes estampados.
Cuerpo afrodisiaco en siluetas.
Con la membrana de escolta, esperando a un maléfico deformado.
En esos cielos se recorren los panteones de la náusea.
Donde el asombro se estaciona en la memoria de las mariposas.
Dime, ¡sombra mía!
¿Podrás ensuciarme más de esta vida?
De tiempo, de días, alientos y caricias.
Las impúdicas, las más íntimas.
Quiero dejarte algo: el escondite de mi entrepierna, sellada por tus labios.
¡incendios proclamados!
Lady Caracol (2019)
Y al fin, con las manos tendidas, casi imperdonables, con la Juchitán que te vio venir, con toda esa naturaleza que te regaló esa bestia de hermosura para sostener la fantasía. Aquellos conejos que dan la sombra a los ojos azules, revueltos de noche.
Los sueños que plasmaron tu escape, tus cantos por las praderas.
Lady Caracol llega tarde al palacio devastada por la impaciencia que arroja la soberana bandera. Colorismo de acuarela que sentía el óleo, defensor de lo más preciado que te dio ese color de piel, el compromiso de tu origen que marco la legendaria mirada. Tus recintos son los lunares de cada sapo que te vio nadar, el refugio del asombro que reposa en el lago de los inolvidables.
Tributo a Francisco Benjamín Toledo
(17 de julio de 1940 – 05 de septiembre de 2019)
G de Rosa
Llegué tarde.
Pero precisa para ver por la ventana tus pupilas.
Temblorosas y ajenas como el lagarto. Concurrente pasaban las tardes, encima de nosotros, buscando llamaradas.
Poesía que embellezca.
Llegue tarde, pero no tanto.
Ya estaba en tu cuerpo suspendido como la siesta se tiende.
En simulacro, abajo colgaban mis manos.
Arrojados como dos flechas, nos vestíamos de instantes.
Como el sueño, tu voz crecía en los edificios.
Yo soplaba tus cabellos, en aquellos balcones estrellados.
Aprendimos en la oscuridad.
Devorábamos la memoria del futuro. Para recordar el atardecer.
Y en el espanto de renacer,
Volver ser nosotros.
Anishka Rivera – Junio 2022