¿Qué es el hombre? ¿Será aquel receptor de la vida por un soplo… o aquel que vive inconsciente de los ingredientes exactos de su alma? Al que la invisibilidad del tiempo lo corroe y transita entre la secuencia de hilos encontrados en su caja… ¿Será un reciclaje de cuerpos, miedos y entes perfeccionados para traslucir la verdad de su existencia? Un ser capaz de atravesar el espacio con la mente e incapaz de frenar la dualidad reclamante en su ascendencia. ¿Un ejemplar con potencial divino, cavilante al descifrar la diferencia entre dos Espíritus? Se asemeja a la percepción pronta del fondo de un televisor, a la poca intuición del rostro reflejado en la pantalla y su sombría luz. Sin duda, el creador de semillas indefinidas… el dueño de la creatividad sin menester.
Estrellas incrustadas Soy polvo de estrellas, estrellas contadas con los nudillos de sus destellos. Soy luz de un dúo bailante en el espacio, entre tantos pasos impregnado para juntar la chispa de mi alma al surgir… encandilan con su encanto el fondo de mi plasma, para crecer… y siempre a ellos volver. Guardo en mi relumbre la composición química del mismo vivero estelar, el ADN de un cuarteto que vuelve sobre el historial ensamblado de su galaxia, desplazándose juntos en la complicidad. Son estrellas incrustadas en la intensidad de mi brillo, son estrellas incrustadas en la fortaleza de mi viaje; Mi nube de polvo y gas. Son el origen en el alcance de la radiación electromagnética visible hacia la tierra, y mis acompañantes participes en la felicidad.
Camino hacia el disco dorado de las sondas Voyager Fui hacia ti disfrazado en numerosas épocas, minutos e incluso estaciones… Me viste a los ojos viendo nada, acaricié tu rostro sintiendo tu escalofrío y vi la imposibilidad de ti, aun así, pese a las décadas cada día te recuerdo, dialogo con mi mente convenciéndome de lo impertinente que es seguir cultivando este intergaláctico amor. Los años pasan y tu muerte se avecina; pues siento desvanecer tu alma entre las estrellas… Y yo entre ellas, mi vida hacia la muerte no tiene salida. He vagado galaxias cuán nadie ha visto, he reposado entre tantas suspendido en lo mío, levitando tranquilo, cuando hoy, se expone a lo lejano ante mis ojos… unas sondas espaciales.
Llegada del disco dorado de las sondas Voyager A la distancia, las sondas te exhalan, te brillan, mis dotes activan… la incontenible naturaleza de detectarte, traspasar el metal y con vehemencia empujarme a ti. Frente a mí, un disco dorado revela a Carl Sagan y su ingenio, sin conocerme… ha logrado conectar cada símbolo, código y línea de 21 cm, sin ceñir. Su oro vinilo emite sonidos, imágenes, el habla y música de tu mundo silencioso en llamas, mientras me enfrasco en lo superfluo de mi amada encapsulada como un legado a su humanidad. Han omitido tu sublime existencia, de tu ser la ambivalencia, de tu yo, el incendio tardío de la chispa del infinito, no obstante, te veo a ti. Sé lo irremediable de mi pasión latiente, a tu incomprensión de mi me mantengo fiel, cumpliendo el no buscarte y en agradecimiento, he optado por crear un mensaje extravagante de quién eres tú y tu representación en el propósito del inicio a fin.
Jazmín Angelica Acosta Padilla es maestra de Educación Especial, terapeuta de pareja y poeta. Ha formado parte del equipo interdisciplinario de USAER primaria y secundaria, incursionado en la atención pedagógica de alumnado con discapacidad o trastornos del neurodesarrollo, en la creación de instrumentos y talleres sobre temas relacionados con la detección y atención de alumnos con trastornos del neurodesarrollo. Por último, poeta aficionada desde su niñez, con formación actual en la creación de poesía y poemarios, ha colaborado bajo el seudónimo de Una poeta estrambótica en revistas literarias.