Todos queríamos una explicación de lo sucedido. Nuestras conciencias, sin cuerpos, deambulaban en la oscuridad. De repente entendimos el espanto. Para Él toda la historia de la humanidad representó un instante y en realidad no era ni Él ni Ella. De nada servía la calificación en conducta porque ideas como cielo o infierno eran tan terrícolas como tarde y temprano. Fallamos porque fuimos malos o malísimos, no por naturaleza sino por decisión. La bondad era uno más de nuestros inventos para tratar de redimirnos. En el año 2050, en la Tierra nació el humano número diez mil millones. Su nacimiento completó el plan original: cuando nuestra raza llegara a esa cifra, desaparecería porque esa cantidad representaba el número final de personas vivas en el planeta al mismo tiempo. No importó si era hombre o mujer, dónde ocurrió o cuándo. En el momento de ese nacimiento dejamos de respirar, aunque estuviéramos dormidos, caminando o en un submarino. Todas las personas nos convertimos en cadáveres, como si alguien hubiera pulsado un interruptor: Off. No había tiempo ni espacio. La idea siempre había resultado enloquecedora y lo era. ¿Para qué conservar la conciencia? ¿Para seguir sufriendo? ¿Era parte del castigo apocalíptico? Fuimos humanos y no conocimos o no pudimos comprender otros conceptos más que los inventados por nosotros, para sobrevivir durante el instante concedido.
María Agustina Hernández
Nació en 1972 en Buenos Aires. Es abogada y escritora. En el año 2015 publicó su primer libro de cuentos: “Avant Premiere” (Ediciones del Dock.)
En 2017, su novela “La Inmaculada” fue publicada por Pukiyari Editores (EE.UU.). Su tercer libro, “Entre Líneas – Cuentos y Microrrelatos”, fue editado por Pukiyari Editores en el mes de mayo de 2019.
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