Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis ocuparon la parte del norte de Italia durante 1943 a 1945, esa zona fue conocida como la República de Saló. Un joven Pier Paolo Pasolini fue testigo de las atrocidades que se cometieron en aquel lugar. El vivir durante un régimen fascista sería parte fundamental de la ideología de izquierda y antifascista del realizador italiano.
Fue su experiencia lo que orilló al director a reubicar la historia original del Marqués de Sade, situada en una Francia del siglo XVIII a la primavera de 1944, a pocos meses de la liberación de Italia. Esta sería la primera de la incompleta Trilogía de la muerte.
La historia se centra en cuatro hombres ricos, corruptos y libertinos. Estos personajes gozan amplio poder adquisitivo y autoridad. Capturan a 18 adolescentes que serán sujetos a violencia, asesinatos, sadismo, tortura psicológica y sexual; en una villa cercana a Saló, donde nadie entrará y ni saldrá. Todo esto dividido en un anteinfierno y tres círculos, al estilo dantesco de La divina comedia. Y a medida que se transitan los círculos, nosotros somos también arrastrados a lo más recóndito del infierno; donde lo pasional y los vicios son sinónimo de lo grotesco e inhumano.
Dentro de la película el poder se muestra a través de una jerarquía donde cuatro maestros, representados por un duque, un obispo, un magistrado y un presidente, los que detentan el poder absoluto. Estos cuatro son los que plantean todo lo que acontecerá durante los próximos cuatro meses encerrados en una villa junto a los 16 adolescentes secuestrados. Cada uno de ellos decide casarse con la hija del otro como si de un trueque se tratara.
Debajo de ellos, por orden de autoridad, se encuentran los soldados. Su función es sodomizar a los maestros y violentar a las víctimas. En el mismo escalón de esta jerarquía se encuentran las narradoras, que son cuatro ex prostitutas de mediana edad cuya función es contar diversos relatos eróticos y obedecer a los maestros. Siguiendo en el peldaño, se encuentran los colaboradores, cuyo trabajo es resguardar el orden de la villa durante los eventos. Y en el último eslabón, se encuentran las víctimas, conformados por nueve niños y nueve niñas.
A través de esta trama, Pasolini ilustra cómo los individuos que ostentan el poder económico, político y moral, utilizan el poder para deshumanizar a las víctimas. Primero robando su libertad, después rompiendo su espíritu y, por último, usando sus cuerpos como objetos intercambiables para luego ser desechados.
El mismo Pasolini dijo que “[el sexo], es una metáfora de la relación entre sujetos y el poder. Para mostrar lo que el poder le hace al cuerpo y como lo reduce a una comodidad. Así, que no solo se trata del poder, pero lo que yo llamo anarquía del poder. El poder básicamente puede hacer cumplir lo que quiere y lo que quiere es completamente arbitrario”.
También se retratan los abusos del poder de los cuatros maestros deshumanizando a las víctimas. Ellos no pueden rechazar, opinar y ni hablar si no es permitido. Un régimen impuesto para cumplir las fantasías sexuales de los maestros, en el cual, sin lo lo cumplen simplemente serán asesinados. Como muestra, la escena donde varias víctimas se delatan entre sí para sobrevivir un día más. Abusarán de ellos, pero vivirán un día más; porque saben que romper las reglas es romper el orden establecido por los maestros y por lo tanto significa la muerte.
La libertad y la rebelión contra el totalitarismo de los maestros se ilustra cuando un soldado es sorprendido teniendo relaciones sexuales con una esclava. El soldado levanta el puño como una señal de su rebeldía (un guiño a la ideología comunista de Pasolini), los maestros se ven asombrados y por unos instantes se muestran confundidos, sin saber qué hacer ante la insolencia.
Esta película sufrió censura en su estreno (1975) por parte de las autoridades italianas por presentar imágenes obscenas. Sin embargo, aún hoy sirve como reflexión de nuestros tiempos. Pasolini muestra que no importa la temporalidad, un estado fascista o la aparente libertad del capitalismo, sólo somos cuerpos. Más que despertar morbo, Saló nos muestra el lado más oscuro del poder y como éste pareciera algo inherente a la condición humana. Quizá lo más peligroso sea perder todo rastro de nuestra humanidad y observar al poder dominar nuestro cuerpo, nuestro espíritu y por última instancia, nuestro pensamiento. No hay nada más terrorífico que eso: en medio de orgías, latigazos y platos llenos de mierda; Pasolini nos lo recuerda que, para el fascismo o el neoliberalismo, solo somos cuerpos.
–Ana Fernanda Rodríguez.