La producción audiovisual de índole histórico se convirtió en la prueba a través de la cual el
espectador puede constatar la existencia de algunos acontecimientos del pasado, es decir,
para algunos casos, el consumo de este tipo de trabajos puede resultar en la única prueba de
existencia para algunos acontecimientos.
En este sentido, la construcción de documentales va más allá de lo presentado en libros, archivos, fotografías, testimonios orales, grabaciones. La estructura que existe por detrás de cualquier obra cinematográfica obliga al cineasta a recurrir a diferentes herramientas con las cuales se pretende reunir un contenido que abarque diferentes aspectos posibles y así alcance ese nivel de reunión de información óptima a partir de un objeto de estudio, en un marco espacial y temporal.
Por lo tanto, el material cinematográfico ya no debe ser asumido como un testigo de la
historia, sino que ahora asume el rol de productor de la misma (Aprea, 2021, 36). Cualquier
incursión al momento de crear este tipo de trabajos, el cineasta y documentalista debe
comprender que “la imagen se convertirá en la garantía de existencia del hecho, su
contigüidad, conexión con el objeto representado, siempre que sea funcional a lo que se
intenta constatar” (Zapata, 2020).
En el caso de Bolivia, el desarrollo en este campo contó con algunos tropiezos a lo largo de
los años. Estos tropiezos consistieron en una ausencia en el cuidado y conservación de este
material. Alfonso Gumucio (1977, 29) lo refleja de esta manera: “La historia del cine
boliviano es breve, se reduce a un puñado de filmes desaparecidos y una serie de experiencias
que produjeron pioneros desilusionados”. En otro texto, el mismo Gumucio (1982, 9) hace
una sentencia al afirmar que “el cine boliviano es un cine sin historia”.
Solo de esta manera, tendrá lugar una construcción correcta de memoria colectiva, sin omitir el hecho de que existe una inmensa tarea por detrás, que requiere un compromiso serio. Solo de esta manera tendrá lugar la consolidación de una identidad nacional y latinoamericana (Gumucio, 1982, 13).
Primeras incursiones
El protagonista del presente ensayo es Carlos Diego Mesa Gisbert. Sus padres
fueron José Mesa Figueroa y Teresa Gisbert Carbonell. Ambos reconocidos arquitectos,
museólogos e historiadores del arte. Ese gusto por esas disciplinas fue transmitido a su hijo.
Tras estudiar la carrera de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), arriba a La Paz en 1973, año en el que ingresó a la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) para estudiar la carrera de Literatura. A la vez, también dedicó su tiempo a trabajar en radio, televisión, prensa escrita y cine. Hasta entonces se mantuvo lejos de cualquier línea política (Ortiz, 2020).
La formación del público boliviano en la apreciación del cine de calidad, posibilitando –en muchos casos por primera vez– la llegada de obras clásicas del séptimo arte. La Cinemateca se está preocupando también de la recuperación de todo el material fílmico boliviano que permita en el futuro un estudio exhaustivo del pasado y pueda, a la vez, garantizar la conservación del importantísimo patrimonio que el cine significa al país (Mesa, 1988, 24).
A partir de este objetivo es que, mientras aún era estudiante universitario de literatura, Mesa
emprende su primer gran proyecto, la fundación de la Cinemateca Boliviana en 1976, junto a
Pedro Susz Khol y Amalia de Gallardo (Zapata). Sus primeros pasos en la producción cinematográfica consistieron en la creación de documentales de índole histórico, más específicamente de temática nacional. Su trabajo fue difundido a través de la pantalla chica. Hasta ese entonces, mantuvo cierto distanciamiento con el cine comercial.
En 1995, incursionó en el cine comercial como asistente de producción de Jonás y la Ballena Rosada, largometraje dirigido por Juan Carlos Valdivia que fue seleccionado para representar a Bolivia en la edición anual de los Óscar de Hollywood (si bien no llegó a figurar entre las cinco candidatas al premio de la Academia a la mejor película de habla no inglesa) y que ganó tres galardones internacionales.
Posteriormente, emprendió su más importante proyecto fílmico, el cual lleva por título Bolivia Siglo XX. El resultado final salió a la luz en 2009, gracias a la participación de Mario Espinoza y la producción de Ximena Valdivia. También se contó con la colaboración del periódico La Razón, de la ciudad de La Paz. El resultado final de su trabajo consta de 24 documentales divididos en cuatro cajas. Cada una de estas contiene seis documentales. Según el sitio web de Carlos Diego de Mesa Gisbert, se vendieron más de 60.000 videos de la colección.
Sobre su contenido
Sobre las similitudes, cada uno de los 24 vídeos contiene la misma musicalización introductoria, que Zapata califica de “dramática, potenciando así la obra”, mientras se proyecta una serie de secuencias de fragmentos de imágenes de la misma autoría, adelantando así el contenido que posteriormente se abordará. Seguidamente, aparece en pantalla la imagen de Carlos Mesa, “ya que se reconoce una voz predominante, una voz omnisciente” (Zapata), la cual acompañará la exposición del film a lo largo de todo el tiempo de duración de esta.
Sobre este punto, “en el documental, destacan cuatro modalidades de representación como patrones organizativos dominantes en torno a los que se estructuran la mayoría de los textos:
expositiva, de observación, interactiva y reflexiva” (Nichols, 1977, 1).
Según el mismo autor, “el documental expositivo da prioridad a la palabra hablada y plantea una perspectiva proveniente de una sola fuente unificadora (…) pone en acción métodos de convencimiento basados en la legitimidad de aquel que cuenta. Es común el uso de la voz en off o voz de Dios”. Respecto a los beneficios de emplear voz en off para documentales de índole histórico, esto conducirá a la evolución de los eventos, uno tras otro, y también será imprescindible para la comprensión de los mismos por parte del espectador (Lloga, 2020, 4).
En cuanto a la estructura de cada uno de los documentales, estos presentan el mismo orden de sus partes. Tras la obligada presentación, como requisito indispensable de cada film, prosigue una breve contextualización del presentador, Carlos Mesa, sobre el tema que se tocará en el documental. Con frecuencia recurre a datos históricos, fechas, lugares, nombres de personajes, entre otros. Posteriormente, para ir finalizando su contextualización, Mesa recurre a hacer algunas preguntas como el gancho que atrapará a los espectadores, la cual se traduce en una invitación para que más adelante se responda cada una de las cuestionantes.
Seguidamente, se puede observar que el film está dividido por partes, es decir, subtemas que están relacionados directamente con el tema general. Ya sobre el contenido en específico, se recurre a un conjunto de secuencias breves de otros material fílmico e imágenes estáticas, una tras otra, que refuercen lo que va narrando la voz en off. A medida que los documentales se acomodan al final de línea temporal de acuerdo al marco de abordaje preestablecido por los creadores, se recurre a las entrevistas como recurso para dar aún más fuerza a la tesis, siempre siguiendo el hilo conductor. A continuación se presenta el contenido de esta serie de films.
El primer documental lleva por título Los Hijos del Sol, abarca los sucesos del siguiente
marco temporal: época prehispánica a la llegada de Evo Morales a la presidencia de Bolivia
en 2006. El segundo documental es titulado Más allá de los Andes. Los acontecimientos
sobre los cuales gira el contenido son desde la época prehispánica (incursión inca al
amazonas) hasta la representación del oriente en el ámbito del poder nacional a inicios del
siglo XXI.
El tercer documental lleva por título La Constitución y el marco temporal consta desde el 6 de agosto de 1825, año del nacimiento de Bolivia, al 7 de febrero de 2009, año en el que toma lugar el último cambio de la Constitución Política del Estado. El cuarto documental es reconocido bajo el siguiente nombre: Los caminos del mar. El marco temporal en el cual se desarrolla es desde el 1879, año en el que inicia la Guerra del Pacífico al 2004, año en el toma lugar el discurso en la Organización de las Naciones Unidas por parte de Carlos Mesa, reivindicando la necesidad de mar para Bolivia.
El quinto documental lleva por título La Guerra Federal y consta de las historias de entre diciembre de 1898, año en el que estalla en Sucre una discusión sobre federalismo y unitarismo al año 1903, cuando inicia la Guerra del Acre. El sexto trabajo tiene por nombre Patiño, el metal del diablo y abarca las historias del siguiente marco temporal: 1556, año de la creación de la Audiencia de Charcas al 31 de octubre de 1952, año en el que se firma el decreto de nacionalización de las minas bolivianas.
Sobre el séptimo documental, este es La Guerra del Chaco: Boquerón y el marco temporal referente sobre este documental inicia con un antecedente que parte desde la época
colonial, hace un repaso por los acontecimientos más relevantes de la historia boliviana hasta
llegar al 29 de septiembre de 1932, fecha en la que llega a su fin la batalla de Boquerón. El octavo documental lleva por título La Guerra del Chaco Villamontes. El marco temporal que abarca este trabajo audiovisual es entre el fin de la Batalla de Boquerón en 1932 y la ceremonia de conmemoración y el abrazo de Campo de Marte de 1994 entre ex combatientes del ejército boliviano y paraguayo.
Respecto al documental nueve, este lleva por título 1952: La Revolución, el cual abarca el siguiente marco temporal: 1942, año del nacimiento del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) al 4 de noviembre de 1964, fecha que marca el fin del gobierno de Víctor Paz Estenssoro. El décimo documental tiene por título Paz Estenssoro: La política, el arte de lo posible, y está enmarcada en la siguiente referencia temporal: desde el 2 de octubre de 1907, año del nacimiento de Víctor Paz Estenssoro hasta el 7 de junio de 2001, año de su fallecimiento.
Sobre el décimo primer documental, este lleva por título Lechín: el pueblo unido, y abarca el siguiente marco temporal: de 1954, año del I Congreso de la Central Obrera Boliviana al 27 de agosto de 2001, fecha del fallecimiento de Juan Lechín. El décimo segundo documental se lo puede reconocer bajo el título de Tata Barrientos y consta de los acontecimientos que se ubican en este marco temporal: del 30 de mayo de 1919, fecha del nacimiento de René Barrientos al 1969, año del fallecimiento de Barrientos.
El número 13 está ocupado por el documental que lleva por título Che: vidas y muertes. Se
enmarca entre los siguientes acontecimientos: 1953, año en el que Ernesto Guevara arriba a
Bolivia al 9 de octubre de 1967, fecha de su muerte. El documental número catorce tiene como título Banzer: Las paradojas de la historia y se ubica en el siguiente referente temporal: el 7 de octubre de 1970, fecha de la llegada al gobierno de Juan José Torres al 5 de mayo de 2002, fecha de la muerte de Hugo Banzer.
El quinceavo documental tiene por título Walter Guevara: La razón o el pragmatismo y su contenido se enmarca en los siguientes parámetros temporales: del 11 de marzo de 1912, fecha del nacimiento de Walter Guevara al 20 de junio de 1996, fecha del fallecimiento de Walter Guevara. El documental número dieciséis tiene por título La noche del Día de los Muertos. Este está comprendido en el siguiente marco temporal: desde 1979, año en el que Walter Guevara asume la presidencia como interino al 10 de octubre de 1982, fecha de la recuperación de la democracia en Bolivia.
El número diecisiete es el documental que lleva por título Marcelo. Este film se enmarca en
el siguiente marco temporal: desde el 13 de marzo de 1931, fecha del nacimiento de Marcelo
Quiroga Santa Cruz al 17 de agosto de 1980, fecha del asesinato de Quiroga. El documental dieciocho tiene por título 1980: El Golpe de García Meza y su contenido está comprendido
entre los siguientes acontecimientos: del 16 de noviembre de 1979, año de la llegada a la
presidencia de Lidia Gueiler a 1995, hasta el año en el que García Meza ingresa a la prisión
de Chonchocoro.
El decimonoveno documental es La conquista de la democracia y se enmarca entre los siguientes eventos: 1964, caída del MNR e inicio de los gobiernos militares hasta el 10 de octubre de 1982, inicio de la presidencia de Hernan Siles Zuazo. El documental número veinte lleva por título 1982: Siles y Paz, dos destinos contrapuestos y su contenido se ubica entre los siguientes dos acontecimientos: 1941, año de la fundación del Movimiento Nacionalista Revolucionario a 1989, año que concluye el cuarto mandato de Víctor Paz Estenssoro.
El vigésimo primer documental tiene por título La Marcha de la Vida y comprende historias del siguiente marco temporal: desde 1985, año de la promulgación del Decreto 21060 al 28 de agosto de 1986, fecha de la disolución de la marcha. En el lugar veintidós está el documental que es identificado como ¡Compadre! y abarca las historias de entre los siguientes dos referentes temporales: desde el 28 de junio de 1944, fecha del nacimiento de Carlos Palenque, al 8 de marzo de 1997, fecha del fallecimiento del mismo.
El documental veintitrés es del documental que lleva por título Gas, ¿bendición o maldición?
Los temas que toca son los que comprenden los siguientes: primero inicia con una contextualización que consiste en una explicación general sobre lo que es el petróleo, como resultado de la descomposición de un conjunto seres vivos; posteriormente, el documental concluye con lo sucedido un 1 de mayo de 1996, fecha en la cual se registra la nacionalización del gas boliviano.
Finalmente, el documental número veinticuatro lleva por título Fútbol: una pasión. El marco temporal que contiene este film está conformado por los siguientes dos referentes: 1896, año de fundación del primer club de fútbol boliviano en Oruro al 2004, año del subcampeonato sudamericano del Club Bolívar.
Un dato a tomar en cuenta es que la mayoría de estos trabajos fueron producidos a finales de los años 90 del siglo XX y reeditados en 2009 para su comercialización masiva (Carretero, 2017).
Relación entre historia y representación audiovisual
Como se vio anteriormente, el gustó que despertó en Mesa por la historia fue determinante
para la creación de estos documentales, ya que no se trata de un personaje que se limita a la
mera producción audiovisual, sino que sus trabajos traen consigo ese bonus que consiste en el
hecho de que se está escuchando a un hombre que fue capaz de combinar todo lo que conlleva la creación de documentales fílmicos a partir de una investigación de índole histórico.
Mesa es capaz de contar periodos de tiempo relevantes en la historia de Bolivia en alrededor
de una hora. Como se evidencia en el resumen del contenido de cada uno de los films, los
temas abordados responden a un por qué, es decir, el tema tiene directa relación con el que le
antecede y se vincula a la vez con el posterior, de esta manera se puede evidenciar que si
existe un sentido cronológico de los temas.
El relato recurre a un vocabulario sencillo que permite captar a un público más amplio que no se limita a sólo contar, sino que se emplea preguntas al espectador, logrando así que en este se despierte la curiosidad por continuar observando el material fílmico. Esto da como resultado una comunicación que deja de ser vertical en la que la voz en off es omnisciente y omnipotente, sino que el juego con el volumen de la voz invita al espectador a permanecer mirando la casi hora de material fílmico.
En conclusión, el trabajo de Carlos Mesa a favor de la recuperación y ordenamiento de diferentes capítulos de la historia boliviana no se puede pasar por alto. El resultado de su labor en el ámbito del cine documental hoy es esa ventana por la cual uno puede mirar al pasado y responder a diferentes cuestionamientos de hoy en día a través de un filtro de análisis y reflexión, para posteriormente encaminarse al futuro.
Cabe resaltar que en su incursión en el campo de lo audiovisual, Carlos Mesa supo mantener una misma esencia y estructura en cada uno de sus productos finales, al punto de ser reconocible, por varios de los espectadores, la musicalización, el tono de voz, la introducción de cada film, entre otros elementos, que sin duda aportaron a que se abra un espacio, por cuenta propia, en la vitrina de la documentación audiovisual nacional.
Bibliografía
Aprea, G. (2012). Documental, historia y memoria: un estado de la cuestión. En Filmar la
memoria: los documentales audiovisuales y la re-construcción del pasado, 1, 19–85.
Carretero, M. (2017). Tres sentidos de la historia. Buenos Aires: Paidós.
Gumucio, A. (1977). Breve historia del cine boliviano. La Paz: Los Amigos del Libro.
Gumucio, A. (1982). Historia del cine boliviano. La Paz: Los amigos del libro.
Mesa, C. (1980). El cine boliviano según Luis Espinal. La Paz: Los Amigos del Libro.
Mesa, C. (1988). Cine boliviano del realizador al crítico. La Paz, Los Amigos del Libro.
Lloga, C. (2020). Los modos del cine documental. Análisis de tres modelos. Aisthesis, 67(1),
75-102.
Nichols, B. (1997). La representación de la realidad: cuestiones y conceptos sobre el
documental. Barcelona: Paidós.
Ortiz, R. (2020). Carlos Mesa Gisbert. Barcelona: Fundación CIDOB.
Zapata, S. (2020). Imágenes para una historia: caso Carlos Mesa. ImagenDocs. Recuperado
de: https://www.imagendocs.com/documentos/2020/07/imagenes-para-una-historia-caso-
carlos-mesa/?fbclid=IwAR2VWOGBpgRmixCLhj03TG_SluO60ZggKM2zUQ2nedLT-
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–Pablo Rodrigo Quiroz Chambilla es Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Católica Boliviana “San Pablo”.
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