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Cinco poemas de José Rodríguez

A través de estos poemas, José Rodríguez nos lleva por un paraje que nos remonta a la antigüedad para reflejarnos a nosotros mismos como un potente espejo. Este es el poder del arte y la poesía.


El anfiteatro

Rebelión y caos desatados por ambos bandos.

Mentes frenéticas de la revelación del ajedrez.

Surgen laberintos sin sorpresas en la boca del incendio,

atrapando las dagas poderosas lanzadas desde el cielo.

Se abren las fauces infernales que dragan la tierra.

Columna interminable de los súbditos de la pesadilla,

operan las máquinas de guerra de las treces sonrisas

que escudan al poder detrás del trono.

Verdes y fértiles bosques rescatados del incendio

que devoran con los anillos de muerte y sexo.

26 milenios han cruzado la rueda del cielo.

Una fila de estampidas de tiempo

la han dejado caer en el aire mágico del Océano de Acuario.

Manto incendiado parece que es un óleo al natural,

de las cámaras subterráneas del gris verano,

sobre los que la influencia de las murallas de los astros,

dejan caer poderosas visiones y advertencias

en la Rebelión y el Caos desatados por ambos bandos.

Surgen criaturas aladas de la boca del incendio.

Los báculos golpean las frecuencias de la tierra.

El Monte Olimpo se une al punto de encaje

con la hermosa y nebulosa Antares.

La tragedia de la guerra se está desvelando:

Carros combatiendo por ambos bandos.

Pájaros de fuego golpean con su ley de hierro

al inmenso corazón azul del océano.

Los cascos alados de Cronos,

se convierten en cercenados relojes de arena,

señalando hacia las alertas del mar Mediterráneo y el mar Báltico.

Duelo de ciclones en el Pacifico y el Atlántico.

Duelo de ciclones en el Pacifico y el Atlántico.

Trompetas disparadas por las mareas psicotrónicas.

El instrumento de la magia del caos

pilota las neuronas de la Sociedad de la Discordia.

Rebelión Y caos desatados sobre héroes y mártires destrozados.

Rebelión y caos desatados por el mar de cuerpos destrozados.

Rebelión y caos en los ojos que ya no se abrirán

porque el libro del destino los ha olvidado.

En el anfiteatro, el maestro secreto

observa el mar de héroes y mártires inmolados.

Su sonrisa socava los cínicos tonos de las flautas de cristal,

el da una poderosa advertencia de lo que sucederá:

Obama-Nerón se dará un disparo en la cabeza

El Papa Bergoglio huirá en búsqueda de refugio en Suiza

Y morirá por la mano de la locura.

La artillería vuela las centrales eléctricas.

En los astros equivocados, hay una oscura celebración.

Norteamérica delegará el cetro al trono de Francia.

Un saxofón irrumpe con estruendo el silencio…

El arco del séptimo eclipse solar,

redobla las lágrimas de oro,

que subirán a buscar refugio

hacia el enjambre dimensional.


Mundos paralelos

Mundos paralelos chocan en mi mente

entre Persia, Argentina y México.

El tiempo y los medios como red poderosa

se encargaron de separarnos de los laberintos del destino.

Te acuerdas aún cuando el sol abría el adiós

y los luceros abrían la senda

que los ríos de oro murmurban a este sueño de libertad.

Caminamos sobre los lotos del aire,

nuestras miradas lloraron dos lágrimas al amanecer,

y nuestros labios chocaron sobre mundos paralelos

para después fugazmente desaparecer.

Tú seguiste el camino de tu maldita Biblia.

Yo he seguido ahí viendo las estrellas

para ver si hemos perseguido nuestros besos

hasta el sol que abrió el adiós.

Caminemos de vuelta, quién sabe qué nos depare el azar,

quiero sentir a tu lado el peligro del cual me oculto.

Estoy en contra de algo grande y lo sabes,

aunque esa sonrisa en tu rostro,

ya no me dará el poder y el saber

para continuar hasta el último combate del tiempo.

¡Te das cuenta del tiempo que hemos perdido!

Y con esto te digo que estoy peleando por un sueño de libertad.

Después tendrás que desgarrar estas letras en un fuego inextinguible.

Pero, por ahora caminemos sobre los lotos en el aire,

que esta vez me fugaré hacia el océano,

sin ver el amanecer en tu rostro.


DAHAB

Al fin vinieron del interior de Egipto en la estrella de la mañana.

Allí el inmenso señor del todo le murmuró a Horus

el extraño orbe de símbolos que los proyectaba

en eternos silencios que desentierran de las sepultadas arenas

y enigmáticamente está envuelto en las telas rojas como los rayos del sol.

Las masas se reunían alrededor de él, él golpeaba el centro del cráneo

del antiguo padre que dominó las verdaderas clavículas antes que Salomón.

Entre sus dedos cocía los antiguos vocablos de lenguajes olvidados,

que él formaba con las finas agujas de oro,

que se reflejaban en las aguas del telar cósmico del Dahab.

Golpeó con el cetro el agrietado suelo

formando una cúpula de luciérnagas

y las auroras furiosas comenzaron a asesinar a parte de las masas.

Todos corrían y sus pujantes ruegos se entremezclaban entre gritos y alaridos,

parecían costales de huesos que eran engullidos por las auroras furiosas.

El histérico alarido que se tejía y destejía

anunciaba con siete trompetas la eugenesia de masas,

la pesadilla encarnada a los súbditos del sueño.

Algunos rebeldes, entre la caravana de nieblas, preparaban el ataque,

se envolvían con polvos cósmicos entre las tinieblas.

Habían aprendido esotéricamente la forma dual en Persia

en la que cuenta que la balanza de los tiempos cósmicos

se rige bajo inmutables leyes los centros del universo.

Ahí habían empuñado la espada del tiempo, y cortado a los demonios,

y las dagas de oro, las clavaron en los fuegos al amanecer.

El faraón y su corte habían sido asesinados.

La venganza fue como un misterioso tiempo de cósmicas balanzas,

que se unían a los imponderables soles.


Llanto en los barrios

La nostalgia está entre dagas de fuego.

Miradas inocentes abriendo el lienzo del cielo.

La mediadora de dios los cobija con desolación.

Huracanes astrales regresan en mi herida voz.

No creo en tus estúpidos juegos de poder.

Cuando fue la guerra que todos hemos perdido.

Soy un extraño que se ha vuelto un libro, en contra de los incendios del tiempo.

Necesitamos un cambio, un cambio en verdad.

Aquí perdido entre la soledad de los caninos polares, pierdo las palabras precisas en la fuga de las matemáticas.

Hace frio, Plutón oscurece los latidos de la herida tierra, surgen ríos oscuros que se vuelven los lacerados cuerpos de luz.

Un hombre de negro desangra su alma en el saxofón.

Este es un dolor fuerte, pero herirá a los amos y esclavos con libertad.

Espera porque nadie se quiere detener aquí, estamos solo tu y yo, la noche y el silencio de un piano oxidado.


Divina Locura

Cuéntame las extrañas historias de amor

sobre un diálogo de telepatía

para que las murallas se deshagan

en la sonrisa de tu divina locura.

Por fin he encontrado,

lo que por tanto tiempo he buscado.

Pasaste todas tus manos sobre mi rostro,

creo que no morirá después de todo.

Tu sonrisa de divina locura,

me ha dejado sin hablar

para que el tiempo y el silencio

se envuelvan en nuestros besos y, así, amarnos más.

Tu figura de divina locura

es la risa de una diosa perdida

a milenios de distancia de aquel lugar,

donde se ocultó tu origen

en el que eres para mí divina obscenidad.

Al decir todo esto,

seguiste dibujando tu sonrisa de divina locura

y al besarnos destrozamos al huracán,

abrazados de sueños en el silencio

en contra de lo que no nos dejaba amarnos.


José Jesús Rodríguez Velázquez (Mexicali, Baja California, 2001) es guitarrista y estudiante de la Lic. en Música de la Universidad Autónoma de Baja California. Desde niño ha tomado la literatura como pasatiempo, partiendo, seguramente, por haber crecido en una familia de maestros.

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