A veces es complicado encontrar un café, restaurante o similar donde te sientas seguro. Así como encontrar una pareja con quien uno se sienta como en casa, encontrar lugares así es difícil.
En Tijuana, ciudad donde vivo, había un restaurante-bar, donde me sentía así: segura, cómoda, tranquila. Estaba ubicado en Privvada Cinco de Mayo, Zona centro, “El Callejón de Tapado”. Era un lugar chico, familiar y, en mi opinión, romántico. Fue fundado en julio de 1995. Los responsables de este proyecto eran Adelaida del Real y José Pastor, promotores culturales. Siempre estaban presentes en los eventos, día con día. Muy amables, responsables y respetuosos. José Pastor se dedicó también al arte, más específico al arte plástico. Cuando podían, contestaban las preguntas que uno les hacía.
Además de la comida exquisita (ejemplo: espagueti con albóndigas, ensaladas, entradas, y muchos más), bebidas para paladar exigente (vino del bueno, cerveza, margaritas), refrescos, chocolate caliente, y postres muy ricos, uno de mis pasteles preferidos es el de dátil con nuez; se puede disfrutar de conciertos de jazz, blues, entre otros, inauguraciones o eventos relacionados al arte.
En este restaurante se abrieron las puertas a diversos artistas (plásticos, visuales, músicos, entre otros). Personalmente fui un par de veces a distintos conciertos y eventos, tales como exposiciones de pintura o fotografía, lecturas de autores locales. Además de asistir a conciertos de un trovador tijuanense (Russell Amhir); conciertos de grupos de jazz, participé en algunas ocasiones tocando la batería. Como parte del evento llamado: BackBeat Groove Night Session (karaoke para bateristas), fundado por el maestro Carlos María (de batería).
En el BackBeat Groove Night Session, cualquier persona podía participar, sin importar su edad, o si iba o no a las clases de batería de Carlos María. Es decir, aficionados u apasionados que supieran tocar este instrumento, el cual es importante en las canciones de cualquier género. La canción era elegida por el baterista o en algunos casos por el máster de batería (Carlos María), dependiendo del nivel de la persona.
Además de eventos musicales, también ocurrían algunos otros híbridos, que podían combinar música con literatura. Un claro ejemplo fue la presentación del libro Un ojo ve el otro siente, escrito por mi madre Carmen Campuzano.
En este restaurante conocí a la banda tijuanense La Ballena de Jonás. Ellos suelen tocar música entre jazz, trova, entre otros géneros. Lo disfruté tanto, comí el típico pastel de dátil con nuez, chocolate en su alrededor y un chocolate caliente.
Fue un golpe muy duro cuando me enteré de que este foro tan especial, y tan importante para Baja California bajaría el telón en 2023. Extraño mucho este espacio. Aunque no fui muy seguido, me sentía en confianza, como si fuera casa de mi abuelita. El ambiente, cálido, romántico, sencillo, pero con mucho detalle. Había muchos artículos diferentes que decoraban el lugar, por ejemplo en una de las paredes, a un lado de la barra (en la parte de arriba, cerca del techo) colocaron varias máscaras de madera, estilo maya, oaxaqueñas, entre otros estilos.
El servicio siempre fue respetuoso y muy cordial. Se notaba que les agrada trabajar ahí a cada uno de los trabajadores. Era un lugar sencillo, sin tanta pretensión. Tenían un patio y una terraza en la parte de atrás, modestos y acogedores. Generaba confianza, desde mi punto de vista. No en todos los restaurantes se provoca ese sentimiento entre cliente y empleado. Gracias a este restaurante–bar conocí a varios músicos o cantantes. Me maravillé, me inspiré en eventos para escribir poemas, letras de canciones, dibujar.
Cada época o temporada un evento que se realizaba Pastor y Adelaida, adornaban un poco, con apoyo del personal el lugar, por ejemplo, lecturas o algún concierto erótico o romántico, el escenario tenía ambiente rojo. Y si era navidad, cerca de esas fechas, ponían adornos relacionados a la navidad. Aunque sea algo pequeño.
Después de 23 años (aproximado), José Pastor y Adelaida decidieron pasar a otra administración este restaurante. Se lo dejaron a Demian McQueen, quien es parte de la banda Casi Cuatro.
Cuando entré allí por primera vez era de día, esperaba a mi madre a que me recogiera de las clases de batería, me quedé asombrada con los elementos decorativos, sin embargo lo que más llamó mi atención fue un piano de madera, el cual se ubicaba de la puerta a la izquierda. Siempre tuve deseos de tocarlo.
Me incorporé en una mesa del centro y justamente en ese momento el trovador Russell Amhir estaba ensayando. Fue mágico. Irreal. Como un sueño.
¿Te has sentido así, alguna vez, querido lector?
Cuando se vino la pandemia, a diferencia de otros lugares que cerraron sus puertas, en El lugar del nopal hicieron los eventos por medio de “En Vivo” de Facebook. Uno de los aniversarios de este sitio se dio durante la pandemia.
La calidad de cada presentación, concierto, inauguración era la misma tanto línea como en presencial. Comer y beber ahí era espléndido, igual que los acontecimientos.
Después de la pandemia, dejé de asistir como antes lo hacía. Los precios de comida, repostería y bebidas, se elevaron. Igual que la entrada de algunos eventos.
La desaparición de este lugar dejó un hueco enorme en la cultura estatal. Pienso que faltan sitios así, donde podamos expresarnos, darnos a conocer, sin miedo, sin importar el género artístico, religión, temática, u otros. Es una de las características de este restaurante, que permitía cualquier temática o género de arte. Ir a tomar un café, vino o comer un pastel, sin la preocupación de que te corran para desocupar la mesa. El mismo Lugar del Nopal mencionó que el proyecto en sí, no cerraría para siempre, seguirán de algún modo u otro apoyando a los artistas independientes, locales. Continuando pues, la tradición de ayudar a la cultura. Esperemos que esto solo sea una pausa.