El pasado mes de marzo se celebró la tradicional Feria Internacional Libro de la Universidad Autónoma de Baja California, en la ciudad de Mexicali. Este evento se realiza desde hace ya más de treinta años, y su objetivo es conectar al público con la lectura, la literatura y el conocimiento. El evento fue todo un éxito en cuanto a logística, organización y asistencia. Sin embargo, personalmente siento que la feria ya no es lo que era, y en este breve escrito pretendo explicar por qué.
Como asiduo lector, he acudido a esta feria desde su inicio en 2000. Recuerdo que se hacía en el mismo lugar: la explanada de vicerrectoría, aunque de forma mucho más modesta. Había algunos escasos stands con libreros provenientes de diversos lugares del país e incluso de fuera. Recordaba más a los bazares que hoy en día existen en la ciudad, como en Misión Dragón o estacionamientos de lugares como el Bosque de la Ciudad. Pero casi lo único que se vendía eran libros. Había uno que otro stand con juguetes, separadores u otras cosas, pero eran una pequeñísima minoría.
Con los años, la ambición de la FIL ha crecido, de forma que hoy no solo hay librerías, también se ofrecen conciertos, actividades infantiles, de gastronomía, stands de joyería, ropa, plantas, juguetes educativos, presentaciones de libros y una larga lista de actividades. El área que ocupa todo esto también ha crecido muchísimo, de forma que es un evento de entretenimiento familiar con algo que ofrecer a muchísima gente, sean lectores o no.
Y aquí viene el meollo del asunto. Siento que el área de libros se redujo drásticamente comparado con años anteriores. No sólo eso: la selección de libros en oferta también dejó mucho que desear. La mayor parte de ellos son sumamente comerciales: libros que es probable que encontremos en cualquier librería o que no son difíciles de conseguir. Muchos libros son clásicos que se encuentran en el dominio público, por lo que lanzar ediciones es relativamente sencillo y barato, lo cual facilita su venta.
Antes, visitar la FIL UABC era una gran oportunidad para encontrar títulos difíciles de conseguir, conocer la propuesta de editoriales de otros países y enterarse de autores que uno desconocía. Y debíamos aprovecharla, porque cuando se acababa, era probable que no volveríamos a verlos. Aún me arrepiento de no haber comprado algunos ejemplares en su momento, ya que jamás los volví a ver. Hoy en día el único lugar donde podría suceder en en los escasos stands de libros usados, los cuales ofrecen algunas rarezas, pero también son pocos.
No quisiera que se malinterprete lo que escribo. Este cambio no es culpa de la FIL ni de la UABC, el equipo de trabajo hace una labor admirable año tras año. Lo que describo es un fenómeno global, aunque es más grave en países como México donde tenemos problemáticas sociales, educativas y económicas que dificultan el acceso o el interés por los libros. A lo largo del planeta las ferias de libro desaparecen o luchan por sobrevivir, especialmente las pequeñas. Existen algunos casos de éxito, pero la tendencia es clara.
Hay varios factores que han contribuido a este cambio. Uno de ellos son las ventas de libros por Internet, comenzando con Amazon, las librerías en línea se han multiplicado exponencialmente y sus ofertas son increíblemente variadas. Incluso también existen las plataformas para comprar libros usados, o especializados, y es difícil que alguna librería física pueda contener todos los libros. Las librerías en línea reparten sus almacenes en diferentes puntos geográficos y a final de cuentas uno recibirá los ejemplares directamente en su propia casa. Además, con el confinamiento durante la pandemia del Covid-19, la gente se familiarizó mucho más con las compras en línea de manera que esto robó clientes a las librerías tradicionales.
Otro factor es, sin duda, el tiempo que los lectores emplean en las pantallas. Ya sea computadoras, televisiones, celulares o tablets, pero también los e-readers, o lectores de libros electrónicos como el Kindle, prometían erradicar a los libros físicos. Esto no ha sucedido aún, pero es un hecho que cualquier persona delante de una pantalla no está leyendo un libro, al menos no de manera física. Además, no olvidemos que la piratería que libros ha afectado de manera importante a la industria editorial.
Todos estos factores han logrado que las ferias del libro ya no sean tan atractivas para las librerías y editoriales, de forma que concentran sus esfuerzos en otros métodos. Quizá estoy pintando un panorama muy pesimista, existen opiniones publicadas en diversos medios internacionales que mencionan que las ferias del libro jamás desaparecerán debido a la importancia que tienen en acercar a autores con agentes literarios con editoriales y otros actores del mundo de los libros. Esto es muy probable, pero la impresión que me dejó la pasada FIL UABC fue muy clara.
La buena noticia es que esto quizá sea solo una tendencia temporal. No creo que los libros digitales o las ventas por internet reemplacen las interacciones humanas que se dan en las ferias. Se sabe que estamos ante un resurgimiento de medios tradicionales como el disco de vinilo y la fotografía análoga. A la gente le gusta poseer objetos materiales, y un archivo dentro de un dispositivo electrónico no tiene la misma cualidad nostálgica que un bloque de papel. De la misma forma, hay pocas historias de amor que sucedan dentro de una librería en línea, pero si muchas que iniciaron dentro de una librería física o una feria del libro.
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