Aquel universo
Recuerdas cuando soñábamos con alcanzar las estrellas llegar a otros mundos teníamos esperanza el tiempo fluía nuestras mentes se llenaron de polvo y de ceniza, vendrán suaves lluvias que terminen de petrificar nuestras almas. En momentos como este la muerte parece lo único que controlamos pensamos en nuestro fin, acariciamos la idea de ser los artífices del final Puede ser una solución si en realidad resolviera algo. La inexistencia no es un problema Volver hacia atrás, detenerse y aferrarse al pasado me tiene cansado Volar tan lejos tan lejos de todo y de todos para escapar de ese llanto incesante, de ese cielo plomizo en la mañana, entre silencios nos subimos a ese cohete a cuesta nuestra aquella carga tan injusta aunque a la vez, tan nuestra.
Ausente
De noche
lóbregos sentimientos plagan tu alma
rostros ciegos se dibujan en tu habitación
Otra noche más
de pesadillas
Es terrible existir
contando las horas
como arena cayendo
sobre un sepulcro.
Sabes que algo no está bien
Pero lo aceptas
Callas
Dejas que te consuma
que se llene de ti
Te hundes
profundo, cada vez más profundo
hasta que llega el silencio
El tuyo
que cubre todo con amargura.
Mal tiempo
Terco rezo el de las nubes que agonizan
en las tardes plomizas
No queda nada
Ni polvo diamantino
Ni estrellas en el firmamento
Todo se consume en un suspiro
Insomne sol
que perece
mientras mi corazón,
yermo pálido de ideas moribundas
tierra adusta
agrietada
estalla como un repique fúnebre
en una mañana de enero.
¡Oh muerte intempestuosa!
¡Oh silencio! ¡Siempre silencio!
Soledad acuosa
con recóndito granito
ocultas el clamor de mi última palabra
en mi sepultura.
Páramo de esperanzas
Crisol roto de tiempo petrificado
Los muertos se olvidan
en cuanto la vida se agota.
–Andrés Mijangos Labastida nació en julio de 1996, en la ciudad de Comitán, Chiapas. Estudió Filosofía en la FFYL de la UNAM.